martes, 13 de febrero de 2018

¿A qué sabe la Luna?

Estos días Emma y yo, hemos estado aprendiéndonos un cuento (la mar de bonito, todo sea dicho) para hacer un cuentacuentos con los niños de infantil.

Para ello, me he dedicado a hacer unas figuritas de papel que representan a los animales protagonistas de esta historia, los cuales he forrado (bastante mal, por cierto) para que no se estropeen al pegarlos y despegarlos de la pizarra.

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Me da un poco de miedo la presentación en público, ya que será ante unas 40 personas (20 de ellas de menos de 5 años), y el hecho de no soportar a los niños pequeños no ayuda. Aún así, creo que no saldrá muy mal, y que las dos nos divertiremos bastante.

Os dejo por aquí el cuento:

Hacía mucho tiempo que los animales deseaban averiguar a qué sabía la luna. ¿Sería dulce o salada? Tan solo querían probar un pedacito. Por las noches, miraban ansiosos hacia el cielo. Se estiraban e intentaban cogerla, alargando el cuello, las piernas y los brazos. ― Si te subes a mi espalda, tal vez lleguemos a la luna. Esta pensó que se trataba de un juego y, a medida que el elefante se acercaba, ella se alejaba un poco. Como el elefante no pudo tocar la luna, llamó a la jirafa. ― Si te subes a mi espalda, a lo mejor la alcanzamos. Pero al ver a la jirafa, la luna se distancio un poco más. La jirafa estiró y estiró el cuello cuanto pudo, pero no sirvió de nada. Y llamó a la cebra. ― Si te subes a mi espalda, es probable que nos acerquemos más a ella. La luna empezaba a divertirse con aquel juego, y se alejó otro poquito. La cebra se esforzó mucho, mucho, pero tampoco pudo tocar la luna. Y llamó al león. ― Si te subes a mi espalda, quizá podamos alcanzarla. Pero cuando la luna vio al león, volvió a subir algo más. Tampoco esta vez lograron tocar la luna, y llamaron al zorro. ― Verás cómo lo conseguimos si te subes a mi espalda ― dijo el león. Al avistar al zorro, la luna se alejó de nuevo. Ahora solo faltaba un poquito de nada para tocar la luna, pero esta se desvanecía más y más. Y el zorro llamó al mono. ― Seguro que esta vez lo logramos. ¡Anda, súbete a mi espalda! La luna vio al mono y retrocedió. El mono ya podría oler la luna, pero de tocarla, ¡ni hablar! Y llamó al ratón. ― Súbete a mi espalda y tocaremos la luna. Esta vio al ratón y pensó: ― Seguro que un animal tan pequeño no podrá cogerme. Y como empezaba a aburrirse con aquel juego, la luna se quedó justo donde estaba. Entonces, el ratón subió por encima de la tortuga, del elefante, de la jirafa, de la cebra, del león, del zorro, del mono y… ...de un mordisco, arrancó un trozo pequeño de luna. Lo saboreó complacido y después fue dando un pedacito al mono, al zorro, al león, a la cebra, a la jirafa, al elefante y a la tortuga. Y la luna les supo exactamente a aquello que más le gustaba a cada uno. Aquella noche, los animales durmieron muy muy juntos. El pez, que lo había visto todo y no entendía nada, dijo: ― ¡Vaya, vaya! Tanto esfuerzo para llegar a esa luna que está en el cielo. ¿Acaso no verán que aquí, en el agua, hay otra más cerca?

Fuente: http://ww2.educarchile.cl/UserFiles/P0001/File/CR_Articulos/luna.pdf

Y también lo tenéis en vídeo:



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