Parece que fue ayer cuando entramos de la mano de nuestros padres, en medio del más profundo llanto, a un edificio extraño, oscuro. Tenebroso incluso. La única pincelada de color en aquel lugar era el amarillo de nuestros mandilones, anulado por los kilos, qué digo kilos, toneladas de tierra que nos cubrían de la cabeza a los pies a partir de las 11:05.
Poco recordamos de aquellos tiempos. Una mirada, una palabra. Una herida. Alguna pierna rota. Lo que no olvidamos es el nombre de nuestras profesoras: Anabel y Marita.
Creo que lo único que perdura en mi memoria y, por consiguiente, en la de mis compañeros, es “La Leyenda de la Mano Negra” del patio de Infantil. Sí, una especie de ser místico que nos impedía acercarnos a determinadas zonas, normalmente cubiertas de hierba. Otra anécdota que todavía recuerdo, a nivel plenamente personal, es cuando me quedé atrapada en un columpio y encerrada en el baño. Mis habilidades de escapismo todavía no se habían manifestado por aquellos tiempos.
A pesar de aquella terrible primera impresión en ese lugar desconocido, todo era felicidad en su estado más puro. Juguetes en el colegio, siesta obligatoria e incluso nos llevaban a la “Granxa do Queixo” a hacer bolas de pan de una dureza superior al diamante y de tenacidad mayor que el Carbino. Cariño y paz auténtica son términos sinónimos a esta etapa.
Pero llegó la Primaria demasiado pronto. Los juguetes pasaron a ser nada más que el decorado de una cárcel de pequeñas personitas. Bueno, a lo mejor exagero. Simplemente fue un duro golpe pasar de dormir 25h al día a tener que aguantar a un profesor que nos enseñaba cosas extrañas: Sumas, restas… ¡Si ni aún hoy en día somos capaces de hacerlas bien! Pero no todo era malo. Pasamos de disfrutar el tiempo de recreo en un pequeño patio a perdernos entre la maleza de “La Montaña”. Ese monte que nos daba miedo que tiraran abajo. Esa sierra que protagonizó tantas historias: las abejas asesinas, las setas venenosas, bodas… Sí, sí. Bodas con 6 años. Me atrevería a decir que la acción de Pastoral era más intensa en aquellos tiempos.
Al igual que en Infantil, creo que lo que jamás olvidaremos es la cara de nuestros profesores de esta etapa: Maripaz, Manoli, Vicky, “La Teacher”, Ana, Jesús, Tita, Pili, David, Javi, Luis, Luis, Luis… Ah, y Luis. Ni que decir tiene que esta fue, y siempre será, una de las mejores etapas para cualquier niño o niña ya que, aunque empezaban las responsabilidades, todavía podíamos disfrutar de mucho tiempo libre y de geniales excursiones, aunque ir 3 años seguidos a Cabanas a lo mejor fue un poco excesivo.
En esta etapa seguramente hayamos vivido una cantidad ingente de anécdotas distintas, pero mi memoria no es muy buena, así que no recuerdo nada en especial más allá de las bodas infantiles. Tan solo recuerdo el sentimiento de comenzar a sentirme acogida en el seno de una gente extraña que no era mi familia, pero se parecía.
Pronto llegó la ESO, una etapa muy temida para cualquier niño o niña por todo lo que supone: nuevos horarios, nuevos profesores y profesoras, nuevas asignaturas, responsabilidades…
Mi experiencia personal de la entrada en Secundaria seguramente sea muy distinta a la del resto de mis compañeros, por el simple hecho de que tengo los recuerdos de esta época totalmente fragmentados debido a determinadas situaciones personales vividas ese año.
Recuerdo un sentimiento de absoluta desorientación al llegar allí por primera vez. Nos sentíamos gigantes, capaces de todo, y no éramos más que unos críos con escasa noción de dónde nos habíamos metido. Pronto conocimos a los que serían nuestros profesores durante los próximos 4 años: una mezcla entre el bien y el mal; la más pura bondad angelical representada en nuestra querida profesora de francés, Begoña, frente a la maldad personificada, Antonio Varela. Aún hoy en día me pregunto cómo llegamos a esa conclusión, teniendo en cuenta que nuestro profe Antonio era otro “cachito de pan” intentando hacerse el duro para enseñarnos a comportarnos (con dudoso éxito). Durante este primer año de la ESO y gracias a mi condición, conocí a una de las personas más importantes para mí de toda mi etapa escolar: Alfonso, el único profesor al que es imposible no querer.
Acabamos 1º de ESO y pasamos de curso, aunque vivimos el dolor de ver a algún compañero quedarse atrás, pronto superado con su reconfortante presencia en cada recreo. De este año es casi obligatorio destacar al mejor tutor del mundo, Losada, y sus charlas motivadoras, con su frase célebre de “Hay que llegar a la cima del Klimanharo”. Bueno, frases célebres tiene muchas, como la ya mítica ‘racioncita’ o “Atitud, chicos, atitud”, pasando por “Culo, culo”, entre otras.
Seguimos adelante hasta que llegamos a 4º de ESO, el curso más esperado por todos los alumnos debido a la famosa excursión a Madrid. Todavía recuerdo aquella sensación de verme despojada de lo que hasta ese momento habían sido mis compañeros de siempre. Debido a las optativas, alumnos de A, B y C, fuimos obligados a convivir entre nosotros y a aprender a tragarnos nuestras rivalidades. Bien, quizás exagero, pero jamás olvidaré las caras que teníamos todos el primer día de clase, analizando de la cabeza a los pies a cada uno de nuestros nuevos compañeros, pensando que iba a ser un curso horrible debido, sobre todo, a la convivencia. Claramente nos equivocábamos y, bajo mi punto de vista más personal, fue el mejor curso de mi vida: conocí gente genial y me ayudó a abrirme más a las personas, empapé mis carnes lo que de verdad era sentir el calor y apoyo de unos compañeros que realmente me apreciaban y comencé a salir de mi zona de confort, algo antes totalmente inimaginable.
Sin duda, el mejor recuerdo que tengo de este año, además de todos y cada uno de mis compañeros, es esa majestuosa salida a Madrid. Allí, comencé a trabar amistad con mucha gente y conocí en bastante profundidad esa ciudad (el hecho de perdernos ayudó bastante en esta tarea), disfruté todos y cada uno de los días y me sentí plenamente viva, al igual que mis compañeros, aunque esto último quizás no es extendible a todos, ya que hubo varios heridos por culpa de ventanas colocadas en lugares erróneos en momentos equivocados. Hay que reconocer que no todo este año era bueno y mis calificaciones no eran todo lo brillantes que podrían ser, pero no me arrepiento, ya que creo que olvidarme un poco de los estudios y centrarme más en mí misma me dio el empujón que necesitaba para enfrentarme a la pesadilla de cualquier estudiante: bachillerato.
Además de tener que enfrentarnos a esta masacre, tuvimos que, una vez más, despedirnos de mucha gente que escogía un camino diferente al nuestro. Entrar en este mundo sin su presencia fue un acto de absoluta valentía. Al igual que en el resto de cursos, no todo era malo, simplemente había que estudiar mucho, dejar de ver la luz del sol, dejar de dormir, de respirar… Esta vez no exagero, realmente es agotador cursar estos estudios.
De mi paso por Bachillerato me quedo con la experiencia de haberme probado a mí misma. Me prometí dar lo mejor de mí en esta etapa y sentirme orgullosa de los resultados que obtuviese (buenos y malos) a través del trabajo y, aunque al principio me frustré bastante, al final conseguí demostrarme a mí misma que soy capaz de lo que sea si me lo propongo.
Estos años, a pesar del estrés y de la cantidad ingente de trabajo, han sido totalmente increíbles. He gritado, reído, llorado, amado. Una especie de macedonia de todos y cada uno de los sentimientos existentes. Una experiencia plena, con sus pros y sus contras que, al final, dan lugar a unos recuerdos casi mágicos que despiertan nuestro lado más nostálgico. Desde el ‘amigo invisible’ hasta nuestras pequeñas protestas en defensa de nuestra tan ansiada excursión, pasando por los pequeños chistes que hemos ido creando a costa de diversas meteduras de pata (imposible no mencionar “oblicluo” o “Sara y Ángel, dejad de hacer manitas”), son anécdotas, asumo, inolvidables, que forman parte de esta gran etapa.
De toda mi trayectoria escolar me quedo, sin lugar a duda, con las experiencias compartidas durante 15 años con todos y cada uno de mis compañeros en lo que hasta ahora he considerado como mi segunda casa, qué digo segunda, mi hogar.
Finalmente, mención especial a todos los profesores y profesoras de nuestra etapa más dura entre estas cuatro paredes: Bea-Mates, Jacobo, Alfonso, Lupe, el Padre Agudo, Eugenio, Inés, Novo, Bea-Lengua, Losada, Adrián, Juan Pablo, Alfonso, Xosé, Catoira y Soraya y, por supuesto, a todos y cada uno de mis compañeros y que. hoy, con ilusión y cierta pena, os despido y os doy las gracias por estos años y por enseñarme a ser como soy ahora.
Cómo realizar un discurso de graduación
Por fin te gradúas y tienes el prestigioso honor de representar a la clase en el discurso de graduación. Eres literalmente la voz de la clase. Antes de ponerte a temblar ante tal responsabilidad, recuerda lo afortunado que eres. La verdad es que escribir un discurso de graduación asombroso y presentarlo ante tus padres, familiares, compañeros y profesores es una experiencia que nunca olvidarás. Aquí tienes algunos consejos y sugerencias para presentar un discurso de graduación que destaque y deje huella.
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Escribir tu discurso de draduación
- 1Ten una “tormenta de ideas” sobre lo que tu experiencia en la escuela ha significado para ti. Ya has estado estudiando por algún tiempo. Pregúntate a ti mismo: ¿qué me ha enseñado a mí y a otros esta experiencia acerca de la vida, del éxito y de crecer en el proceso?
- Otras preguntas que podrías hacerte en la tormenta de ideas:
- ¿Cómo he cambiado desde que comencé este nivel educativo? ¿Cómo han cambiado otros compañeros de clase desde que empezaron?
- ¿Cuál es la lección más importante que he aprendido durante mi tiempo en la escuela?
- ¿Qué historias de éxito ocurrieron durante mi tiempo aquí?
- ¿Cuáles serán algunos de los desafíos que afrontaremos en la próxima etapa del viaje, y cómo nos han preparado para superarlos estos años de educación?
- Otras preguntas que podrías hacerte en la tormenta de ideas:
- 2Empieza a desarrollar un tema. Quieres que tu discurso de graduación tenga un tema. Tu tema puede ser muy específico o muy general, pero necesitas uno para unir el conjunto. Sin un tema, podría parecer que solo estás haciendo que el tiempo corra, diciendo cosas “sin ton ni son” o sin “moraleja”. Algunos temas comunes para discursos de graduación son:
- Adversidad. Adversidad es los desafíos que vosotros como grupo hayáis superado para llegar a donde estáis ahora. Tal vez uno de tus compañeros fue diagnosticado de cáncer, y enseñó al resto de la clase cómo luchar, no precisamente con una enfermedad, sino contra cualquier obstáculo que se presente. Esto es adversidad.
- Madurez. Un tema especialmente bueno para estudiantes de secundaria. Madurez trata sobre convertirse en adulto y aceptar responsabilidades. Tal vez puedas hablar de lo novatos y verdes que estaban al empezar y dar ejemplos de cómo han crecido ahora, haciéndose adultos, no porque necesitan serlo, sino porque quieren serlo.
- Lecciones de la vida. La escuela es un microcosmos para la vida. Esta es una forma elegante de decir que la escuela ayuda a la gente a aprender de la vida en general. La escuela te enseña que el trabajo duro produce buenos resultados, que hay algo más que aprender ecuaciones de memoria, que lo que hagas fuera de clase es tan importante como lo que hiciste dentro, y que la amistad es el pegamento que os mantiene unidos.
- 3Piensa en la estructura de tu discurso. La estructura es donde colocas cada una de las partes en el discurso para que lo que digas tenga sentido.
- Considera usar el método hamburguesa. El pan de arriba es tu introducción; El relleno son las ideas en forma de párrafos; y el pan de abajo es tu conclusión. Usa mucho kétchup, mayonesa y otros condimentos: aquí entran tus chistes, pero recuerda que demasiada mayonesa puede arruinar una buena hamburguesa.
- 4Comienza la introducción con algo cautivador. Puede ser una cita interesante, un acontecimiento, una historia o un buen chiste sobre tu escuela o tu clase. Sea lo que sea, ha de captar la atención de tu audiencia. Esto significa que ha de ser relevante y cautivador. Tal vez puedas empezar con algo como esto:
- "Recuerdo el momento en que todos nosotros llegamos a este aula hace cuatro años. Parecíamos jovencitos recién levantados de la cama. Y, aunque ahora parecemos más mayores, veo que la mayoría de nosotros parecemos tan dormidos como aquel fatídico día."
- "No quiero alarmarles, pero esta clase del dos mil… tiene un serio problema. No es un problema financiero. No es un problema intelectual. Es un problema de “actitud”. La clase del dos mil… tiene el problema de ser asombrosa y genial."
- 5Haz interesante el cuerpo de tu discurso y recuerda unirlo todo con tu tema.Comienza con fuerza. Pon tu mejor idea justo al principio para atrapar la atención de la gente.
- Hazlo interesante diciendo algo inesperado. Si estás hablando sobre encarar la adversidad, todo el mundo esperará que hables de exámenes, relaciones personales y manejo del tiempo. ¿Por qué no hablar de algo inesperado? Di que las notas no siempre indican cuánto han aprendido, por ejemplo, o de lo difícil que es hacer que los profesores bajen la guardia. Sorprende a tu audiencia con algo novedoso.
- Asegúrate de no salirte demasiado del tema. Pregúntate: ¿cómo conecta esta frase con el tema? Si no tiene nada que ver, pregúntate por qué está ahí.
- 6Usa tu conclusión para sacar una moraleja. Saca tu tema y pregunta “entonces, ¿qué?”. ¿Qué podemos aprender de este tema? Esta será tu lección. Algunas lecciones pueden sonar algo así como:
- "En conclusión, la escuela secundaria nos ha enseñado que las calificaciones que obtenemos no son tan importantes como la educación que recibimos. Ganamos una calificación en un examen de historia. Conseguimos una educación al entender que la esclavitud es inmoral. Ganamos una calificación en un examen de matemáticas. Conseguimos una educación al entender que los modelos matemáticos nos pueden ayudar a volar. Ganamos una calificación por escribir un ensayo en inglés. Conseguimos una educación al entender que las palabras son poemas y los poemas son hermosos."
- "Cuando pienso en nuestra clase, no pienso en ninguna persona en particular, pienso en una comunidad de trabajadores, una familia. Una comunidad conlleva cierta responsabilidad, y por supuesto, nunca olvidaremos esta responsabilidad. Mientras caminamos por el mundo que se abre ante nosotros este día, que nunca olvidemos la responsabilidad conlleva ser miembros de esta comunidad y ser ciudadanos del mundo.
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Dar tu discurso de graduación
- 1Habla despacio. Cuando te encuentras frente a un montón de gente, con el corazón latiendo y la boca seca, podría ser tentador acelerar las cosas. Los buenos discursos, sin embargo, casi siempre se pronuncian despacio, con fuerza y sentimiento tras cada palabra. Recuerda bajar el ritmo.
- Escucha un discurso de Martin Luther King, Jr., uno de los oradores públicos más eficaces de todos los tiempos, y presta atención a cuán despacio hablaba. Los discursos lentos suenan realmente bien porque permiten a la audiencia ir procesando lo que oyen.
- Practica la pronunciación de tu discurso en una grabadora y escúchate. Notarás que incluso cuando creías que estabas hablando realmente lento, se escucha mucho más rápido de lo que imaginabas. Siempre se puede hablar más despacio.
- 2Pausa para enfatizar. No tengas miedo a respirar profundo un par de veces tras pronunciar una frase. Da tiempo a tu audiencia para que le encuentre el sentido a lo que estás diciendo. Haz una pausa después de decir una frase realmente motivadora para profundizar en el sentido de la frase.
- 3Ten el discurso casi memorizado. Tener memorizado el discurso te ayudará a no mirar tanto tus notas, y no leerlo de un pedazo de papel. Si lees el discurso sonará robótico, quitándole su ritmo natural y la fluidez del lenguaje.
- 4Mantén buen contacto visual con tu audiencia. Tener contacto visual te permitirá atrapar a la audiencia no solo con tus palabras, sino también con tus ojos y tu presencia. Esta habilidad es algo realmente importante para un orador público, pero se suele pasar por alto con facilidad porque es difícil de dominar.
- Escanea a tu auditorio de vez en cuando. Si estás leyendo el discurso, obviamente pasarás mucho tiempo mirando al papel. Cuando acabes una frase, sin embargo, echa un vistazo general desde el estrado a las personas que te escuchan. Esto te ayudará a recuperar el aliento.
- No tengas miedo de enfocarte en una persona por un momento. No es raro que un discursante se fije en una persona de la audiencia por dos tres o cuatro segundos. (¡Cuatro segundos es un tiempo realmente largo cuando estás en un estrado!). No lo hagas todo el tiempo, pero prueba a hacerlo de vez en cuando.
- 5No te preocupes por las equivocaciones. Si estropeas una frase, no te preocupes ni te disculpes. Déjala así y sigue adelante. Cuanto menos remuevas tus errores (los cuales cometerás; todo el mundo los comete), menos se notarán.
- 6Infunde sentimiento a tu voz. No divagues con una voz monótona por ocho minutos o dormirás a todo el mundo. Mantén el entusiasmo con tu discurso, y deja que tu entusiasmo se refleje en tu voz. Modula tu voz cambiando el tono, la velocidad y el volumen para que tu presentación sea aún mejor.
- 7Se confiado, no chulesco. Confía en tu habilidad para hacer reír a las personas, para hacer que te entiendan mejor, para motivarlas a ser mejores personas y darse cuenta de su auténtico potencial. Tú estás pronunciando ese discurso por una razón, ¿verdad? Confía en la gente que confió en ti y recompénsalas por su confianza.
- Si te empiezas a poner nervioso, prueba el viejo truco de imaginar a alguien desnudo entre la audiencia. No te obsesiones con él, solo imagínatelo. Te ayudará a sacar algunas mariposas del estómago y te ayudará a concentrarte en ofrecer el discurso con mayor confianza.
- 8Practica tu discurso con suficiente tiempo. Practicar el discurso con tiempo de antelación, tal vez delante de algunos amigos de confianza, te ayudará de dos formas:
- Te indicará qué funciona y qué no en el discurso. Todavía tendrás tiempo de cambiar ese chiste que nadie entendió, o enfocarte en esa parte que de verdad les gustó a tus amigos.
- Te ayudará a memorizar el discurso, lo cual rebajará tu nivel de nerviosismo y te dará aplomo.
Consejos
- Empieza con una gran sonrisa sincera en tu rostro.
- No digas nada altisonante como “despedida para siempre” o “Nunca nos olvidaremos de esta escuela”.
- Siempre concede su crédito a tus maestros. Se pondrán furiosos si no lo haces.
- Nunca pongas a nadie en el punto de mira. Mejor di algo como: “una vez un amigo mío dijo…”
Advertencias
- No plagies un discurso del internet. Te meterías en problemas y lo pagarías.
- No hagas un discurso demasiado largo. Por ejemplo, 15 minutos es demasiado largo.
Fuente: https://es.wikihow.com/realizar-un-discurso-de-graduaci%C3%B3n
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